Sebastián Piñera (1949-2024): “No haber logrado un acuerdo constitucional que fuera aprobable debilitó a la derecha”

“No me arrepiento”, dice el ex-Presidente Sebastián Piñera al recordársele que fue durante su segundo mandato -en 2019-, y para encauzar el estallido social, que se abrió el proceso constitucional, que tuvo dos tiempos -la Convención (2021) y el Consejo (2023)– fallidos. “¿Qué opciones tenía nuestro gobierno el 12 de noviembre del año 2019?”, replica. Y sentencia: “Seguimos el camino del diálogo y no el de la fuerza. Fue una muy buena decisión”. Eso sí, lamenta lo que denomina la pérdida de construir una Constitución en democracia.

¿Lo sorprendió el resultado del plebiscito constitucional de diciembre?

No. Todas las encuestas públicas conocidas marcaban con mucha claridad una ventaja del “En contra” por sobre el “A favor”. Pero además era lo que uno intuía. Y creo que nos perdimos una gran oportunidad. Tuvimos una segunda oportunidad y la perdimos.

¿Por qué cree que se dio ese resultado?

Hubo algunos factores claves. La propuesta de los expertos es una buena propuesta. Pero se confundió, en parte, lo que es un programa de gobierno con lo que es una Constitución. Un programa de gobierno es un plan que una coalición le propone al país para un gobierno, una Constitución es un marco de unidad que debe durar décadas y décadas. Los dos principales errores de nuestro sector fueron, en primer lugar, poner en duda la Ley de Aborto en tres causales, porque eso alienó a las mujeres. Si usted ve los resultados, la gran derrota se produjo entre las mujeres y entre los jóvenes. Y, en segundo lugar, hubo cosas absurdas como, por ejemplo, el tema de las contribuciones, que no es un tema constitucional. Es un tema de política pública. Hubo dos errores, entre otros, que nos hicieron perder una gran oportunidad y volvimos, después de cuatro años, a fojas cero.

Los dos factores que usted marca son enmiendas que impulsó el Partido Republicano. ¿Atribuye esos errores a los republicanos en particular o fue Chile Vamos que no supo neutralizar la hegemonía de una derecha más radical?

La principal responsabilidad la tiene quien era mayoría en el Consejo Constitucional, que era el Partido Republicano. Pero también es cierto que Chile Vamos tenía los votos suficientes para haber podido lograr un acuerdo para una Constitución que fuera aprobable por la opinión pública y que eliminara estos gustitos, errores y excesos.

¿Un acuerdo con la centroizquierda dice usted?

No bastaba un acuerdo de Chile Vamos con la izquierda porque se requerían tres quintos de los votos. Era fundamental que concurriera el Partido Republicano. Era lograr un buen acuerdo con Republicanos y no permitir excesos, errores o gustitos que finalmente terminaron significando la derrota.

¿Por qué usted cree que Chile Vamos no hizo ese esfuerzo?

Creo que faltó conducción, liderazgo. Los consejeros de Chile Vamos actuaron en forma cada uno bastante autónomo e independiente, no hubo una conducción o una visión estratégica, porque el gran objetivo era una buena Constitución, una nueva Constitución, pero una Constitución que pudiera ser aprobada en el plebiscito.

¿Esa responsabilidad de conducción era de las directivas?

Creo que ahí hubo una falla de estrategia, de planificación, de coordinación, de visión.

¿De las directivas o los propios consejeros?

Ambos. Ambos.

Dice usted que se volvió a fojas cero después de estos dos fracasos. ¿No cree que se ganó estabilidad luego de que la izquierda diera por cerrado el proceso y validara la actual Constitución?

Creo que hubiera sido mejor haber aprovechado esta magnífica oportunidad en democracia de aprobar una nueva, buena Constitución. Eso habría dado mucho mayor estabilidad y fuerza al marco institucional y permitirnos dejar de discutir permanentemente en torno a ese marco y concentrarnos en las grandes prioridades de los chilenos. Seguridad, crecimiento… empleo, inversión, salud, educación, etc. Además nos permitía levantar la vista de este pantano y ver las maravillosas oportunidades que ofrece el mundo moderno, que estamos mirando de lado y en cierta forma dejando pasar. Hubiera sido mejor aprobar una nueva Constitución que simplemente volver a fojas cero con la misma Constitución actual.

Pero usted mismo dice que había ripios, que la propuesta tenía más de programa de gobierno que de nueva Constitución. ¿Cuál era la ventaja de aprobar esa propuesta del Consejo?

Digo que perdimos la gran oportunidad de haber logrado un buen acuerdo constitucional. Que incorporando valores básicos como la unidad del país, el respeto a una democracia verdadera, con Estado de Derecho, con separación de poderes, más derechos sociales, haber garantizado mejor valores esenciales como la igualdad ante la ley, la igualdad de oportunidades, la igualdad entre hombres y mujeres, la protección del medio ambiente. Todas cosas que pudimos haber incorporado a la Constitución y que hubieran requerido un mejor acuerdo entre Chile Vamos y Republicanos. El oficialismo desde el primer día acordó rechazarlo todo, no era ese el camino, se intentó, pero no se logró. El camino era habernos puesto de acuerdo entre nosotros, de presentarle al país una buena Constitución que pudiera ser aprobada por la opinión pública. Y eso no lo logramos.

¿Le cree a la izquierda cuando señala que no va a abrir un nuevo proceso constitucional?

La actual Constitución es la misma, pero con quorums más bajos de reforma. Por tanto, se pueden reformar leyes orgánicas como, por ejemplo, Banco Central, Fuerzas Armadas, Fiscalía, Sistema Electoral, simplemente con la mayoría absoluta de los miembros en ejercicio. Por tanto, es una Constitución que tiene menos garantías de estabilidad. Creo que la izquierda va a seguir insistiendo en revivir su visión constitucional, como lo hizo cuando tuvo poder en la Convención y planteó una propuesta aberrante. Yo creo que eso va a volver a ocurrir en el futuro.

Es decir, ¿usted no cree que ganamos en certidumbre?

Ganamos en certidumbre, pero no hemos conquistado la verdadera estabilidad y seguridad que da un acuerdo en democracia. Un gran acuerdo para que todos entiendan que la Constitución es respetable y debe ser respetada por todos. Y no esta situación actual en que algunos sienten que pueden pasar por encima de la Constitución cada vez que quieran.

En algún minuto la clase política se convenció de que el cambio de la Constitución resolvía los problemas de Chile, a propósito del estallido social. Usted también pareciera que se convenció de eso cuando dio luz verde al proceso constitucional. ¿Cómo lo mira ahora con cierta perspectiva y cómo se convenció de ello en su minuto?

Aquí hay una pregunta y una afirmación.

Despéjelas usted mismo…

En algún momento la izquierda planteó que la culpa de todos los males de Chile era el sistema neoliberal. Signifique lo que signifique. Y agregó que todas las soluciones a estos males estarían en una nueva Constitución, que fue la que ellos propusieron en la Convención. Eso es un error garrafal. Los países requieren una Constitución que sea aprobada y respetada por todos, pero las constituciones no resuelven todos los problemas como pretendía la izquierda. Ese fue un ejercicio de populismo y demagogia pura. Las constituciones son el marco, pero a partir de eso hay que construir las soluciones que el país necesita. Nunca creí que la Constitución era la solución a todos los problemas.

Esa era la afirmación. Ahora, la pregunta.

Efectivamente nosotros el 12 de noviembre de 2019, después del estallido brutal de violencia, sin límites, sin piedad, que no respetaba nada y nadie, propusimos al país ese triple acuerdo que era por la paz, una mayor justicia social y por una nueva Constitución. Quiero recordar que el día que hicimos la propuesta, toda la oposición, desde la DC al PC, publicó una carta esa mañana del 12 de noviembre, en que decía que el proceso constitucional estaba lanzado, que lo había resuelto la calle, y por tanto que era un hecho consumado. Cuando leí esa carta en la mañana no lo podía creer. Esa carta fue un grave error. Porque la soberanía reside en la gente, no en la calle, y mucho menos en los violentistas.

Aun así usted dio su visto bueno a la apertura de un proceso constitucional…

Por supuesto que sí, porque creía y sigo creyendo que los países sabios no se pasan toda su vida y toda su historia dividiendo y confrontándose en torno a la Constitución, sino que esta es el gran marco, le da unidad, proyección y estabilidad a la legítima diferencia y discrepancia dentro de una democracia. Y por eso sí creía que era necesario lograr, después de 40 años de discusión y debate, un buen acuerdo sobre una nueva Constitución en democracia.

¿No fue una decisión que tomó presionado por la clase política?

Por supuesto que eran tiempos muy especiales y había muchas presiones. Había mucha violencia y había mucha angustia, mucha incertidumbre. Y un Presidente tiene que buscar una salida a esa crisis política y de violencia que estaba viviendo el país. Había dos grandes caminos, no había más. Uno era el camino de la fuerza, de sacar a los militares a la calle, el camino de los estados de excepción constitucional. Y el otro camino era el camino del diálogo, de los acuerdos, que es el camino de la democracia. Y nosotros, frente a esa disyuntiva, optamos por el camino del diálogo, los acuerdos y la democracia. Y me alegro de haberlo hecho porque pienso que era definitivamente el mejor camino. El otro pudo haber conducido a una crisis total, incluso a una guerra civil. Ahora, que el camino de los acuerdos no llegó a buen puerto, lo lamento mucho porque, como le decía antes, perdimos una gran oportunidad.

Una parte de la derecha siempre ha señalado que usted “entregó” la Constitución para permitir la continuidad del gobierno y ha tenido una visión muy crítica por abrir ese proceso…

Esa derecha dura y crítica, a veces habla desde el limbo, como si estuviéramos viviendo en Narnia. ¿Qué opciones tenía nuestro gobierno el 12 de noviembre del año 2019? Después del estallido social, el 12 de noviembre fue uno de los días más violentos en la historia de nuestro país. Se produjeron hechos de violencia impresionantes y desconocidos en Chile. Además, gran parte de la izquierda validaba la violencia como un instrumento legítimo en la lucha política. Adicionalmente, se dedicaban a denostar, desprestigiar y criticar a Carabineros de Chile y a Investigaciones, que eran las fuerzas de orden y seguridad que tenemos en democracia. Eran tiempos muy difíciles. Nosotros seguimos el camino del diálogo y no el camino de la fuerza. Y creo que fue una muy buena decisión. Le diría a esa gente que critica, qué opción ofrecían ellos. Una cosa es la política teórica desde la comodidad, de nuestras propias posiciones, y otra cosa es la política real, que es cuando uno enfrenta opciones reales, en que ninguna es buena, en que todas tienen costo y beneficio. Ese día, después de una discusión muy fuerte y muy apasionada en mi oficina, les pedí a todos que se retiraran para poder reflexionar con tranquilidad y en paz. Y ahí tomé la decisión del camino del diálogo. Y no me arrepiento.

¿La derecha resigna algo de su posibilidad de llegar a un nuevo gobierno con este ejercicio fallido del Consejo Constitucional?

Los principios, los valores y las ideas de la derecha reflejan mucho mejor los principios, los valores y la idea del pueblo chileno, que las propuestas de izquierda. Las ideas de libertad, de mérito, de respeto, de disciplina, de responsabilidad fiscal, de libertad de elección, no solamente para elegir presidente o elegir constitucionales, sino también para elegir la salud de nuestras familias, la educación de nuestros hijos, o poder elegir en temas tan delicados y tan importantes como los temas de conciencia, la religión, el culto, la libertad de expresión, son ideas muy adentradas en el alma de los chilenos, y eso se demostró en los últimos tiempos. Obviamente que para lograr ganar la próxima elección presidencial se va a requerir hacer las cosas mucho mejor de como las estamos haciendo.

¿No comprometió la derecha parte de sus opciones teniendo un desempeño fallido en el Consejo?

No haber logrado aprovechar con sabiduría, con prudencia y con inteligencia la tremenda oportunidad de haber logrado un buen acuerdo constitucional, pero al mismo tiempo que fuera aprobable por la opinión pública, debilitó a la derecha.

¿Cuál es su propuesta para la oposición?

La gran misión de la oposición es sacar a Chile de este pantano. Ponerlo en marcha. Hacer que Chile recupere el rumbo, el ritmo y se ponga en marcha hacia lo que todos queremos. Un país más libre, más próspero, más justo. Para eso la propuesta que hago es muy simple. Primero, que dentro de la oposición, y en esto incluyo desde el centro, Chile Vamos y Partido Republicano, logremos un acuerdo con las bases esenciales de una alianza política al igual que lo hizo la centroizquierda para recuperar la democracia.

¿Qué se requiere para ese camino?

Se requieren cuatro pasos. Primero, un gran acuerdo sobre las bases esenciales de ese proyecto de país que a mi juicio debe ser un compromiso claro y categórico con la democracia, el estado de derecho, los derechos humanos; un compromiso con la economía social de mercado libre, abierta, competitiva, y además con responsabilidad fiscal; un compromiso con la derrota a la pobreza y por una mayor igualdad de oportunidades; un compromiso con igualdades básicas, como la igualdad ante la ley entre hombres y mujeres, como la libertad de conciencia, de culto, de expresión, de reunión, de emprendimiento y de elección, y un compromiso también con algunos principios básicos como la protección del medio ambiente y el aprovechamiento de las oportunidades futuras. Esa sería nuestra guía y carta de navegación. Segundo, fijar con mucha claridad las prioridades del próximo gobierno: seguridad ciudadana, crecimiento, empleo, salarios, educación y salud, modernización del Estado y sobre todo desatar las fuerzas de la libertad, de la imaginación, de la creatividad, del emprendimiento, que hoy día están totalmente ahogadas. Tercer criterio, un acuerdo para enfrentar unidos las elecciones unipersonales, gobernadores, alcaldes y presidenciales. Acuerdos de acción o acuerdos de omisión. Y en cuarto lugar, acordar un proceso democrático para elegir el candidato a presidente de esta futura alianza, que podría ser por primarias o por acuerdos y pactos de apoyo de segunda vuelta.

¿No peca de optimismo? Las derechas salieron peleadas tras el Consejo y José Antonio Kast, por ejemplo, ya dijo que no va a participar en primarias…

Digo primaria o pacto de segunda vuelta. Mire, sin optimismo, sin voluntad, sin decisión, sin compromiso, sin pasión, Chile no va a salir de este pantano de mediocridad y estancamiento en que estamos.

Hay veces en que el optimismo es solo voluntarismo… la derecha ha abierto un debate respecto de su futuro y hay una parte importante de esa derecha que no quiere saber nada de republicanos. El centro, Demócratas y Amarillos también han planteado un punto sobre republicanos…

Este no es un camino que esté pavimentado y con alfombra y cubierto de arcos de rosas. Este es un camino duro, difícil, pero urgente y necesario. Estoy consciente de todas esas dificultades, pero mientras más grandes son las dificultades y mientras más grande es el valor y la misión de esa gran alianza, más fuerte tiene que ser nuestro compromiso y nuestra voluntad de lograrlo.

¿Qué rol va a cumplir usted para que se cumplan estos pasos?

Quiero colaborar como ex-Presidente a que la oposición logre unirse en torno a esta gran misión, a este gran proyecto, a esta gran tarea, que es grande, que es noble, que es urgente, que es necesaria. Y que es sacar a Chile de esta situación de pantano, mediocridad, estancamiento, frustración, en que estamos.

¿Ha sido proactivo en esa misión que se autoimpone?

Estoy trabajando en esta misión desde hace algún tiempo.

¿Qué rol tienen que jugar las figuras mejor posicionadas del sector, como José Antonio Kast y Evelyn Matthei?

Sin duda que ellos son hoy día las dos figuras mejor posicionadas y por tanto tienen una responsabilidad muy especial en no dejar que los árboles les impidan ver el bosque. Esta es una tarea no solamente de un partido ni de Chile Vamos. Esta es una tarea tan grande, tan difícil, tan noble, tan necesaria, tan desafiante, que requiere una gran alianza para tener mayoría política en el Congreso, para tener mayoría social y cultural en la gente, para poder hacer estas grandes transformaciones.

¿Y cree que Matthei y Kast tienen ese liderazgo con estos rasgos que usted plantea?

Creo que tienen las condiciones para ejercer ese liderazgo. Y creo que Chile Vamos, además, no debe actuar al ritmo o a la música que pone Republicanos. Debe actuar al ritmo y a la música de lo que demanda el país. Esta propuesta de una gran alianza para una gran misión es lo que Chile hoy día necesita.

¿Usted no es de los que creen que Republicanos quieren reemplazar a Chile Vamos, así como el Frente Amplio intentó en su minuto reemplazar al eje de la centroizquierda más tradicional?

Una cosa pueden ser las intenciones de algunos, pero hoy día no estamos para ese tipo de motivaciones o intenciones. Hoy día Chile vive un momento tan delicado, tan crítico, que exige y requiere conductas mucho más grandes que las que hoy día en cierta forma en Chile se ubican. Lo he dicho otras veces, sobran izquierdas y derechas, y lo que falta es más profundidad y más altura. Desde mi cargo de único ex-Presidente de nuestro sector, quiero colaborar a que nuestro sector no se agote en pelea y rencilla interna y pequeña entre los partidos, sino que asuma su gran responsabilidad histórica de sacar a este país, a nuestro país, al único país que tenemos, de este pantano y ponerlo nuevamente en marcha.

¿No se siente a veces un poco solo en ese ímpetu? Uno ve que la derecha más bien está en un ánimo todavía de reacomodo, lamiéndose las heridas…

Hay tiempos y tiempos. Ya pasó el tiempo de lamentarse las heridas. Ahora es el tiempo de asumir nuestra gran responsabilidad histórica. Y por supuesto que a veces uno se siente solo; pero yo soy, por naturaleza, optimista, perseverante y apasionado con las cosas que creo que son buenas para Chile.

Dijo que el fracaso del proceso constitucional debilitó a la derecha. ¿Cree todavía que su sector tiene la primera opción de ser gobierno en la próxima elección?

Sí, definitivamente sí. Por todo lo que le acabo de decir. Porque el actual gobierno no lo ha hecho bien. Hoy día tenemos un país, un país más dividido, más estancado, más empobrecido, más inseguro. Y eso no es lo que el país quiere y aspira y lo pide a gritos todos los días.

¿Usted valora los giros que ha dado el gobierno respecto de sus propias convicciones en el último tiempo? Los temas son muchos: seguridad, Araucanía, el diálogo con el mundo privado. El Presidente Boric ha sido explícito, y en estas páginas el fin de semana pasado el alcalde Tomás Vodanovic (RD) decía que fueron una oposición sumamente mezquina con usted…

Leí la entrevista del alcalde Vodanovic y, por supuesto, siento que la oposición que tuvo nuestro gobierno fue muy pequeña, muy mezquina, muy partisana, con poca grandeza y poca generosidad. Y eso le hizo mucho daño a nuestro país. Por supuesto que valoro los cambios de posición o los reconocimientos que ha hecho el actual gobierno, incluyendo al Presidente Boric. Lo que estoy diciendo es que cuando uno durante mucho tiempo se opone majaderamente a una agenda de seguridad que el país necesitaba con urgencia, cuando durante mucho tiempo valida, valora, justifica, incluso apoya la violencia, cuando durante mucho tiempo cae en el populismo y la demagogia de prometer lo que sabe que no es bueno para el país y que no se puede cumplir, genera un daño muy grande. Y, por tanto, cuando uno se arrepiente y cambia, no elimina el daño causado.

Parte de los cambios del gobierno respecto de su postura fue el acuerdo de SQM y Codelco por el litio, ¿no? ¿Le pareció una buena resolución del problema?

Chile está en una posición absolutamente espectacular. Tenemos sol, cobre, litio, cobalto, tierras raras, tenemos hidrógeno verde. Tenemos un tremendo potencial para resolver y contribuir a resolver, no solamente en Chile, sino que a nivel mundial, el problema del calentamiento global. Y por eso nosotros quisimos aprovechar la enorme oportunidad del litio en el momento oportuno. Licitamos cinco derechos a explotar litio que fueron ganados en una competencia limpia y transparente por cinco empresas. Ninguna de ellas, de las existentes en Chile, que eran Albemarle y Soquimich, que si bien participaron, no ganaron porque las otras ofertas fueron mejores. Y eso nos habría permitido a nosotros haber ganado participación y haber recuperado el lugar que nos corresponde en la industria del litio. Chile dejó de ser el primer productor. Hoy día es Australia. Y tal como vamos, vamos a ser superados prontamente por Argentina. Esa licitación la botó el actual gobierno. Y ahí perdimos dos años. Finalmente se recurrió a un camino más corto, que era en vez de crear una empresa nacional del litio buscar esta asociación entre Codelco y Soquimich. Mire, yo no conozco los detalles exactos de… pero pienso que en general es un acuerdo razonable.

¿Razonable? Usted hubiera preferido una licitación por lo que se entiende.

Efectivamente. Pero había problemas con la licitación. Usted sabe que era la continuidad.

El gobierno fue muy crítico de todo el tema de las platas políticas en el que estuvo involucrado SQM y cuyo principal accionista es Julio Ponce. Queda claro que usted no habría optado por un acuerdo directo con SQM, pero su gobierno ¿podría haber suscrito un acuerdo con SQM y que no se desatara la polémica?

Son preguntas tan hipotéticas… La verdadera diferencia es que creo que nosotros como oposición tenemos una actitud mucho más seria, mucho más responsable, mucho más patriótica que la que tuvo la oposición que tuvimos que enfrentar nosotros durante nuestro gobierno.

¿En su mandato los ministros tenían reuniones como las que se han conocido ahora de miembros del gabinete de Boric en la casa de Zalaquett?

Naturalmente que el Presidente y los ministros tienen como parte de sus funciones escuchar, reunirse, compartir, informar, recibir sugerencias, comentarios. No toda reunión privada es una reunión que requiera ser regulada por el lobby. Sin embargo, cuando se reúnen ministros de un área, por ejemplo Economía y Medio Ambiente, con empresarios de un sector, la salmonicultura, para discutir temas no generales, sino que específicos de ese sector, creo que eso sí requiere estar regulado por la Ley de Lobby.

Le pregunto si sus ministros tenían este tipo de actividades o no…

Mire, reuniones con gremios por supuesto que sí. Este tipo de reuniones, no. Está muy bien generar diálogo con el mundo privado. Y por eso nosotros muchas veces invitábamos a La Moneda a las organizaciones gremiales, las organizaciones sindicales, las organizaciones empresariales, a conversar y discutir, pero transparentemente, arriba de la mesa. Estas malas prácticas dañan mucho el buen propósito, que es que debe haber un diálogo fluido, transparente y permanente entre el sector público y, cierto, los distintos sectores de la sociedad. Pero hay que hacerlo siempre en forma transparente.

¿Usted mantendría al general director de Carabineros, Ricardo Yáñez, una vez formalizado en una causa?

Creo en la independencia y autonomía de las instituciones para cumplir su función. Y, por tanto, no pretendo interferir con eso, y dejar que las instituciones funcionen. Sin perjuicio, las instituciones tienen que funcionar en forma oportuna. Este es un caso que ya lleva más de cuatro años. Y creo que no es prudente tener casos de esta naturaleza y de esta magnitud, abiertos, desformalizadamente, cierto, sin información durante tanto tiempo. Así que yo espero que estos casos se resuelvan. En nuestro gobierno sí teníamos una definición sobre eso. Quiero decir que cuando nos tocó enfrentar las brutales consecuencias de violencia y destrucción del mal llamado estallido social, fijamos como criterio para enfrentar esa situación un doble objetivo, resguardar el orden público y proteger a los ciudadanos y al mismo tiempo respetar los derechos humanos y proteger la libertad de las personas. Y en ese doble objetivo, tanto el general Yáñez como el general Rozas siempre colaboraron.

Usted me decía que en su gobierno tenía un principio. ¿Y cuál era ese principio?

Era analizar cada caso en su mérito.

La ex-Presidenta Michelle Bachelet retomó protagonismo político. ¿Cuánto compromete sus planes que ella eventualmente decida repostular a La Moneda?

Mi decisión es independiente de la decisión de la ex-Presidenta Bachelet.


Entrevista realizada a Sebastián Piñera el 24 de enero de 2024 – La Tercera

Sebastián Piñera Echenique (1949-2024): El Estallido social de 2019

“Tenemos una gran misión, dejar atrás el subdesarrollo y la pobreza”. Era el 11 de marzo del 2018 cuando Sebastián Piñera volvía a asumir por segunda vez la Presidencia de la República. En ese momento el gobernante de derecha no solo era el líder de su coalición política, Chile Vamos, sino que también el principal referente del sector.

El día que el mandatario recibió de vuelta la piocha de O´Higgins de manos de la expresidenta Michelle Bachelet no imaginó los desafíos que se le venían por delante. Al año siguiente enfrentaría el estallido social que puso en jaque a su gobierno y lo allanó a anunciar un proceso constituyente a contrapelo de su sector. Dos años después estuvo obligado a enfrentar otro golpe inesperado: la pandemia del coronavirus frente a la que se jugó porque Chile tomara la delantera en la importación de vacunas.

Cuando asumió en 2018 el principal desafío del presidente Piñera era combatir materias clave para la ciudadanía como el manejo del orden público, la situación del Servicio Nacional de Menores (Sename) y una agenda para reimpulsar la economía. Para enfrentar el nuevo desafío renovó a parte de sus equipos, pero también recurrió al “piñerismo” con ministros de experiencia en su anterior gobierno.

La primera dificultad de Piñera vino desde el Congreso Nacional. Piñera tuvo que hacerse cargo del desafío de tener minoría tanto en el Senado como en la Cámara de Diputadas y Diputados. Para enfrentar ese hecho fue clave la estrategia que impulsó: llamar a grandes acuerdos entre los distintos sectores. De esta manera buscaba emular la política de los acuerdos impulsada por el fallecido expresidente Patricio Aylwin en cinco temas clave como la seguridad, salud, desarrollo económico, la paz en La Araucanía y la infancia. La primera señal vino incluso con un acto público sobre esta materia.

“Hoy llegamos nuevamente a esta casa de todos los chilenos y, una vez más, con el firme y urgente propósito y misión de hacer justicia y mejorar la dignidad y la calidad de vida de todos nuestros niños”, dijo Piñera en una cadena nacional en su primer día que asumió.

Para la difícil misión de generar consensos, Piñera designó a Gonzalo Blumel (Evópoli) como ministro de la Secretaría General de la Presidencia, a cargo de las relaciones políticas entre La Moneda y el Poder Legislativo. Rápidamente en el Congreso Nacional la situación se ponía cuesta arriba, ante la imposibilidad de llegar a acuerdo en las distintas materias. Pese a esto, el gobierno insistió en el punto a lo largo de todo el segundo mandato.

En su primer año de mandato, Piñera buscó dar señales para controlar la inmigración irregular e hizo intentos por convertirse en un liderazgo internacional. En ese marco, en febrero de 2019, invitado por el gobierno colombiano de Iván Duque viajó a Cúcuta en la frontera con Venezuela para participar en un acto de ingreso de ayuda humanitaria en Venezuela. Un gesto que resultó controvertido durante toda su gestión.

También ese año hubo hitos beneficiosos para el gobierno, como el triunfo de Chile el 1 de octubre cuando la Corte Internacional de Justicia en La Haya le dio la razón ante la demanda limítrofe de Bolivia.

El 14 de noviembre de ese 2018 hubo otro hito que marcaría la segunda gestión de Piñera en La Moneda: la muerte del comunero mapuche Camilo Catrillanca, por parte de uniformados de carabineros. Un homicidio tuvo costos políticos para el gobierno, luego de que algunas autoridades dieran respaldo a la versión inicial de las policías, que posteriormente fue descartada. La crisis le costó la salida al intendente de La Araucanía, Luis Mayol, y provocó una interpelación al entonces ministro del Interior, Andrés Chadwick.

El estallido social

El 18 de octubre del 2019 sucedió el peor golpe para el segundo gobierno de Piñera. Ese viernes una turba de personas comenzó a saltarse los torniquetes del Metro -luego de que se anunciara un alza en el pasaje del transporte– mientras otras decenas de personas se apostaban a Plaza Italia para protestar. Luego comenzaron los destrozos, los actos vandálicos y la quema de lugares públicos.

Lo que vino después fue la peor crisis política que tuvo el gobierno. Los actos vandálicos ocurrían todos los viernes, mientras el gobierno tuvo que recurrir a las Fuerzas Armadas. La violencia policial -que en sus casos más extremos se expresó en la mutilación ocular de protestantes y de ciudadanos como Fabiola Campillai– obligó al mandatario a cambiar sus equipos. La salida más significativa fue la del entonces ministro del Interior, Andrés Chadwick, quien no solo era uno de los orejeros más cercanos a Piñera, sino que también su primo y amigo. Después de su salida el personero de la UDI enfrentó una acusación constitucional que lo inhabilitó de ejercer cargos públicos por cinco años. Tras la salida de Chadwick, Gonzalo Blumel asumió como ministro del Interior. Su figura era vista como un rostro más dialogante.

Por las calles, la gente asomaba con una serie de demandas como pedir el cambio de la Constitución, mejorar las AFP y terminar con el sistema del Sename. Fue en ese entonces, que Piñera y su gobierno comenzaron a buscar una salida al conflicto.

Pero el problema también era interno, pues La Moneda estaba dividida entre dos bandos: Aquellos que promovían una salida a través de un diálogo político, y los que buscaban mano dura y mayor control del orden público. Finalmente ganó la primera postura, lo que se tradujo en el “Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución” del 15 de noviembre del 2019.

Todos los sectores políticos se pusieron de acuerdo en interminables reuniones, en las que se determinó que el cambio de la Constitución de 1980 podía dar una salida pacífica al proceso, con el fin de acoger demandas ciudadanas. Con el tiempo, la paz se fue logrando en la calles, pero el estallido social fue recordado como la época más difícil para el Mandatario, que incluso lo tuvo con una histórica baja aprobación de un 6% en en la encuesta del Centro de Estudios Públicos (CEP).

El propio expresidente con el tiempo abordó lo que fue el estallido y el año pasado en el diario español El País dijo: “Fue un golpe de Estado no tradicional”.

La crisis de la pandemia

El 2020 todos los gobiernos del mundo fueron azotados por la peor pandemia de la historia. Por ese año se desató la crisis del covid-19 y el gobierno de Piñera tuvo que hacerse cargo de enfrentar los problemas de la crisis sanitaria. Rápidamente se provocaron problemas no enfrentados anteriormente, como tener que hacerse cargo de las restricciones de la movilidad entre las personas, o enfrentarse a la competencia internacional por la compra de vacunas.

En ese entonces Piñera -y su ministro de Salud, Jaime Mañalich– debían hacerse cargo para de buscar la reducción en el número de contagiados y de fallecidos y también de enfrentar el dilema de la disponibilidad de camas para los enfermos y los ventiladores respiratorios para la Unidad de Cuidados Intensivos. El gobierno debía enfrentarse además al flanco político de la oposición que criticaba por este tema, y también por parte del Colegio Médico en ese entonces liderado por Izkia Siches.

Además, se generaban otros flancos como el cuestionamiento a la veracidad de las cifras de fallecidos. Mientras, el gobierno se desplegaba internacionalmente con intensas negociaciones para conseguir vacunas de empresas como Sinovac o Pfizer.

El 13 de junio de ese 2020 la pandemia salpicaba políticamente al gabinete y el ministro Mañalich salió en medio de un desgaste por la crisis y tensiones con sus pares. En un cambio de gabinete se dio paso a la llegada de Enrique Paris, quien se convertiría en otro referente del manejo de la pandemia. La salida de Mañalich fue difícil para el gobierno. El doctor había sido también ministro de Salud durante la primera administración de Piñera, y fue uno de los primeros en anticipar la magnitud de la pandemia diciéndole que “esto es lo más importante que va a pasar en su gobierno”.

Pero pese a los costos, el manejo le trajo grandes activos para el expresidente en materia de legado: Chile mostró uno de los índices más bajos en mortalidad según Our World in Data, además fue catalogado como uno de los países con mayores dosis de refuerzo de vacunas contra el covid por cada 100 habitantes y el Fondo Monetario Internacional (FMI) destacó a Chile dentro de los 15 países del mundo que más aumentó el gasto para enfrentar la pandemia.


Fuente. La Tercera (6-febrero-2024)

Sebastián Piñera Echenique (1949-2024): Su primer gobierno (2010-2014)

En la quinta elección presidencial en Chile después del retorno a la democracia en 1990, Sebastián Piñera derrotó el 13 de diciembre de 2009 al exmandatario Eduardo Frei Ruiz –Tagle y se convirtió en gobernante de Chile. Su primera administración, estaría marcada al comienzo por la emergencia del terremoto del 27 de febrero de 2010, pero luego vinieron una serie de hitos como el rescate de los 33 mineros, el movimiento estudiantil coliderado por el actual Presidente Boric, su polémica frase sobre los “cómplices pasivos” y una serie de proyectos emblemáticos como el posnatal de seis meses, además de las leyes Zamudio y de Unión Civil.

El megasismo

La misión de Piñera no sería fácil y eso quedó demostrado desde el primer día. El 11 de marzo de 2010, Michelle Bachelet hizo entrega de la banda presidencial a Sebastián Piñera en medio de una convulsionada ceremonia, que estuvo marcada por un fuerte sismo que hizo pasar susto a varios mandatarios extranjeros que vinieron al país y que estaban presentes en el Congreso Nacional.

El desastre desatado por el megasismo del 27/F, que dejó 525 fallecidos y 2 millones de damnificados, marcó sin lugar a dudas la primera etapa del gobierno. De hecho, el 50% de los proyectos aprobados en su primer año de gestión correspondió a iniciativas vinculadas a la reconstrucción.

Gran parte del primer gabinete – que estuvo compuesto de 16 hombres y 6 mujeres, de los cuales 14 no pertenecían a partidos, siendo cuestionado en su propio sector por su vinculación al mundo empresarial y ser más “técnico” que “político”- se enfocó como misión levantar al país tras el desastre.

El rescate de los mineros

Menos de seis meses de asumido el nuevo gobierno y el país volvía a enfrentar una nueva tragedia. El jueves 5 de agosto un derrumbe de la mina San José, ubicada a 30 km. de Copiapó, dejaba atrapados a 33 mineros a unos 600 metros de profundidad.

El Presidente Piñera se puso como misión hacer los mayores esfuerzos ante la tragedia y puso a su ministro de Minería, Laurence Golborne, a la cabeza de la tarea.

Tras largos trabajos de perforación el 22 de agosto de 2010 una sonda logró dar con el refugio donde se encontraban los trabajadores y como muestra de que había mineros con vida, el Presidente Piñera mostró una nota enviada escrita en una hoja de papel con lápiz color rojo, confirmando que los mineros se encontraban con vida, que decía: “Estamos bien en el refugio los 33″. El Presidente se encargaría de llevar posteriormente ese papel a varios eventos internacionales.

Finalmente, los mineros fueron rescatados un par de meses después a través de una cápsula diseñada especialmente, llamada Fénix. El hecho fue un ejemplo mundial, incluso se hicieron películas al respecto, lo que le permitió a Sebastián Piñera hablar de la “chilean way”, entendida como un modelo nacional de hacer las cosas bien y con sentido de urgencia.

Protestas por el gas y el movimiento estudiantil

El segundo año del gobierno de Piñera no fue menos convulsionado. El enero de 2011 una serie de movilizaciones sociales provocadas por el alza del valor del gas natural en Magallanes, remecieron la gestión del gobierno. Tras varios días de protestas, el 18 de enero el Gobierno firmó un documento donde comprometió un subsidio y una alza del gas menor a la cifra que desató las manifestaciones.

Pero esas protestas estarían lejos de ser las más complicadas para la gestión del gobierno. En abril de ese 2011, se iniciaron manifestaciones estudiantiles a nivel nacional. El origen de las protestas estaban enmarcada en los cuestionamientos a gran parte del sistema educacional, y a medida que avanzaban los días de manifestaciones, se sumaban nuevos puntos al petitorio y las propuestas del gobierno eran rechazadas.

Los principales voceros del movimiento universitario durante el primera año fueron los presidentes de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (FECh), la actual ministra Camila Vallejo, y de la Federación de Estudiantes de la Universidad Católica de Chile (FEUC), el exministro Giorgio Jackson. Luego, el actual mandatario Gabriel Boric, reemplazó a Vallejo en la cabeza de la Fech.

El movimiento generó masivas marchas, cuestionamientos a la represión policial, y generó cambios de gabinete. Finalmente, la extensión de la movilización hizo que la opinión pública rechazara en gran medida las movilizaciones –fue la apuesta de Piñera, quien en varias oportunidades rechazó permisos para marchas-, aunque el gobierno también salió dañado con la opinión ciudadana.

Crecimiento económico

Uno de los puntos por los que es reconocida la primera administración de Sebastián Piñera, es por las buenas cifras macroeconómicas que alcanzó. El país creció a un ritmo del 5,3 % anual, versus el 3,3 % del gobierno anterior. Además, redujo la tasa de desempleo, de un 8,1% en el gobierno de Michelle Bachelet, a un 6,9 %.

Además, se generaron más de un millón de empleos, según las cifras oficiales. La promesa había sido uno de los puntos más fuertes durante su campaña y para muchos de los analistas fue lo que lo llevó al triunfo en las elecciones.

“Cómplices pasivos” y el penal Cordillera

El entonces Presidente Sebastián Piñera concedió una entrevista al diario La Tercera un par de semanas antes que se cumpliera el 40° aniversario del golpe de Estado. Se iniciaba la conversación, pero el mandatario daba una señal: a excepción de todos sus anteriores diálogos con los medios de comunicación, en el encuentro no estaba su jefa de prensa. La idea era que no lo intentara contener, porque probablemente lo que iba a decir traería consecuencias. Y así fue.

“Hubo muchos que fueron cómplices pasivos: que sabían y no hicieron nada o no quisieron saber y tampoco hicieron nada”. Esa fue la frase que alborotó el escenario político y que generó duros reproches, fundamentalmente de sectores a la derecha de su propio conglomerado.

Pero la frase de Piñera sobre los “cómplices pasivos” no es lo único por lo que se recuerda ese cuadragésimo aniversario del Golpe de Estado. El 10 de septiembre de 2013, Daniel Matamala y Mónica Rincón entrevistaron en CNN al exjefe de la DINA, Manuel Contreras, quien cumplía condena en el Penal Cordillera (recinto que albergaba a exmilitares condenados por crímenes de lesa humanidad durante el régimen militar)

Los dichos de Contreras fueron ampliamente rechazados y criticados casi transversalmente, por su reiterada negación de las violaciones a los DD.HH. durante la dictadura. 16 días después Piñera anunció el cierre definitivo del penal Cordillera y el traslado de los condenados a Punta Peuco. Según relatan cercanos al exmandatario, lo que más molestó a Piñera de la entrevista a Contreras fue un diálogo que mantuvo con Matamala. “Esto no es una cárcel. Es una cárcel para nosotros solamente, militar”, aseguró Contreras.

La situación provocó la indignación del exmandatario, quien sumó a la ecuación el alto costo de mantener el recinto -38 gendarmes para 10 reclusos- además de los lujos del mismo. De inmediato llamó a a la ministra de Justicia de esa época, Patricia Pérez, para hacer las gestiones y materializar su decisión.

El legado legislativo

Pese a que una parte importante de los proyectos que se aprobaron durante su primera gestión tuvieron relación con la reconstrucción, Piñera logró aprobar una serie de otras leyes que hoy marcan la vida política-social chilena.

La creación del ingreso ético familiar; la ley de posnatal de seis meses (que extendió el beneficio en tres meses); la eliminación del cobro de 7 % de cotización en jubilados (la iniciativa benefició a 700.000 pensionados que tenían una renta mensual inferior a los 255 mil pesos chilenos); la Ley de Unión Civil; entre otros, marcaron su legado.

El primer gobierno de Piñera terminó en torno al 50% de aprobación, según las encuestas.


Fuente. La Tercera (6-febrero-2024)