Sebastián Piñera Echenique (1949-2024): “Nuestra democracia estaba profundamente enferma”

El 11 de septiembre de 1973 era su primer día de clases en Harvard. Hoy el Mandatario asegura que -a 45 años del Golpe- todos los sectores han aprendido lecciones y que si se repitiera la historia, la mayoría de los chilenos actuaría con “más prudencia y grandeza”.

Había dejado Chile pocas semanas antes del 11 de septiembre del 73 para ir a estudiar un doctorado en el Departamento de Economía de la Universidad de Harvard. El 11 de septiembre era mi primer día de clases. Llegué muy temprano y el profesor Kenneth Arrow -premio Nobel de Economía- me miró y me dijo: ‘Tú eres el chileno -porque yo era el único chileno en mi clase-; hubo un Golpe de Estado en tu país, así que lo eximo de clases para que pueda tomar conocimiento y contacto con su familia en Chile’. Volví a mi departamento, puse la televisión y empecé a llamar por teléfono a mi familia y a mi entonces polola, Cecilia Morel.

Lo que vi en televisión me mostró como un presagio lo que iba a venir en Chile, porque lo que vi fue los aviones de nuestra Fuerza Aérea bombardeando el Palacio de La Moneda. Vi también y, nunca se me olvidó, un tanque que avanzaba frente a La Moneda y había mucha gente de guata en el suelo y nunca quedó claro hasta dónde llegó el tanque. Vi también los primeros bandos y, en consecuencia, mi primera reflexión fue que el Golpe de Estado y el quiebre de la democracia iban a ser largos e iban a generar más divisiones, más odiosidades, más enfrentamientos entre los chilenos.

No logré hablar con mi familia hasta muy tarde esa noche, a la 1 AM, y logré hablar con mi polola, Cecilia Morel, y recuerdo que mi primera reacción fue decirle casémonos y ella aceptó. Así que ese 11 de septiembre para mí tiene una doble significación y, de hecho, tres meses después vine a Chile, nos casamos y volvimos a Cambridge, Massachusetts.

Cuando dejé Chile la situación era absolutamente caótica, era una crisis total, política, económica, social, de unidad, de amistad cívica. Lo más grave era la profunda división que existía entre los chilenos, que en lugar de mirarnos como compatriotas con ideas distintas, nos mirábamos como enemigos.

Quiero dejar muy en claro, sin que esto signifique justificar bajo ninguna circunstancia los atropellos a los derechos humanos, que no se justifican nunca, en ningún tiempo, en ningún lugar, bajo ningún contexto, pero evidentemente que nuestra democracia estaba profundamente enferma antes del 11 de septiembre de 1973, producto de muchos factores. Primero, que la izquierda, y particularmente el Partido Socialista, declaraba que la democracia era una democracia burguesa sin ningún valor, que había que destruirla con los votos o con las balas; que legitimaba el uso de la violencia como un instrumento legítimo en la lucha política. La democracia estaba muy enferma, no fue una muerte súbita el 11 de septiembre. El debilitamiento de las bases de nuestra democracia se empezó a gestar en la década de los 60 y se acentúo en la década de los 70 y, por supuesto, se profundizó en la década de los 80.

Tenía plena conciencia de que la situación era absolutamente insostenible y, por tanto, que algo iba a pasar; los más optimistas todavía creíamos que podría haber una salida democrática a la crisis y se hablaba en esos tiempos de un posible plebiscito o de la renuncia de todos los parlamentarios para una nueva elección, pero ese camino no prosperó. Esto lo conversé en varias ocasiones con el Presidente Aylwin, porque él tuvo un rol muy protagónico en esas conversaciones como presidente de la DC en la época. Los más pesimistas pensaban que ese camino ya estaba cerrado hace mucho tiempo. Que el grado de crisis moral, política, económica, social, el odio, la división eran de tal magnitud, de tal profundidad, que la democracia ya había fallado. Y pensaban que la solución iba a ser más violenta: una guerra civil, un autogolpe o un Golpe de Estado. Pero la verdad de las cosas es que nadie sabía lo que iba a pasar, pero todos sabíamos que algo iba a pasar.

Es bueno aprender lecciones de los errores del pasado. Estoy absolutamente seguro y convencido de que la década de los 60, 70 y de los 80, lo que pasó en Chile fue que ciertos grupos quisieron refundar nuestro país a partir de cero, excluyendo a todos los que pensaban distinto. Partió con la revolución en libertad del Presidente Frei, la reforma agraria, siguió con la revolución marxista del Presidente Allende y continúo naturalmente con el período militar.

Hay una cosa curiosa, porque algunos son muy majaderos, que no se puede hablar nada de la historia de Chile, porque significa que indirecta o implícitamente estaría justificando atropellos a los derechos humanos. Yo no justifico ningún atropello a los derechos humanos, bajo ninguna circunstancia, pero todos tenemos derecho a recordar nuestra historia, no para escarbar y seguir profundizando una herida hasta transformarla en una gangrena, sino que para aprender de los errores del pasado. Porque las sociedades que no aprenden de sus errores del pasado están condenadas a repetirlos. Sin duda que hubo muchas cosas que empezaron a debilitar y terminaron enfermando gravemente nuestra convivencia, nuestra amistad cívica, nuestra unidad nacional y nuestra democracia, antes del 11 de septiembre del 73.

Estoy absolutamente convencido de que si tuviésemos la oportunidad de repetir la historia, la inmensa mayoría de los chilenos actuaríamos con mucha mayor sabiduría, grandeza, generosidad y prudencia. Estoy seguro de que la izquierda aprendió la lección respecto de lo importante que es cuidar la unidad, la amistad cívica, la democracia, las instituciones. Estoy seguro de que la centroderecha también aprendió la lección de lo importante que es el compromiso total y absoluto con el respeto a los derechos humanos. También estoy seguro de que muchas instituciones chilenas también aprendieron la lección. Por ejemplo, la Corte Suprema, que sin duda no estuvo a la altura de los desafíos que exigían los tiempos, porque la Corte Suprema estaba llamada a defender los derechos básicos de las personas y no cumplió con esa obligación, cosa que fue reconocida por su pleno en un autoacordado en que reconoce los errores que se cometieron durante el período militar, cuando se rechazaban los amparos sin siquiera analizarlos, cuando no se apersonaban en los lugares de detención clandestina, donde se presumía que había todo tipo de torturas y muertes.

También creo que todos hemos aprendido la importancia de encontrar un mejor equilibrio entre el necesario sentido de unidad nacional con la necesaria divergencia y pluralismo de ideas que se confrontan para enriquecerse. Igual como hemos aprendido del necesario equilibrio que debe haber entre crecimiento económico y justicia social. Todas esas son lecciones que hemos aprendido de las últimas cuatro o cinco décadas en nuestro país.

Nunca he dicho que la derecha sea esto o esto otro. Lo que he dicho es que todos tenemos responsabilidades en lo que pasó. En el debilitamiento de la democracia, en el quiebre de la democracia y en los atropellos a los derechos humanos. No de la misma naturaleza ni de la misma magnitud, pero todos. Estoy convencido de que muchos civiles que tenían poder e influencia tampoco la ejercieron en plenitud para haber evitado los atropellos a los derechos humanos. Y, por tanto, esta (cómplices pasivos) es una reflexión muy profunda que hice cuando se cumplían 40 años del Golpe Militar, no para apuntar con el dedo a los culpables y a los responsables, sino todo lo contrario, para sacar y extraer lecciones. E incluso yo me autoincluí en ese mea culpa, porque dije “todos, incluyéndome a mí, pudimos haber hecho más”.

¿Conoció al expresidente Salvador Allende?

Bueno, yo estuve en algunas ceremonias con el Presidente Allende, pero nunca tuve una conversación con él.

¿Conoció al exgeneral Augusto Pinochet en estos mismos años?

Tampoco.

¿Cuál fue el hecho que más lo marcó durante este período?

En primer lugar, la magnitud de la crisis múltiple política, económica y social que significó la Unidad Popular en Chile. Cuando una minoría intentó establecer en Chile, contra la voluntad de la mayoría, un modelo marxista que tenía como ejemplo o guía el modelo cubano. Segundo, nunca se me va a olvidar el 11 de septiembre y especialmente esas imágenes que se me quedaron grabadas en la retina del bombardeo a La Moneda por aviones de la Fuerza Aérea. Los tanques que se paseaban frente a La Moneda. El suicidio del Presidente Allende. Los bandos militares, con esas capas y esos anteojos oscuros. Tampoco se me va a olvidar nunca en ese periodo las graves y sistemáticas e inaceptables violaciones a los derechos humanos que ocurrieron durante el período militar. También quiero rescatar las modernizaciones de la economía chilena que ocurrieron durante el gobierno militar, en materia de establecer una economía social de mercado.

Pero tal vez lo que más se me va a quedar grabado en la memoria es lo positiva que fue la manera ejemplar, sabia, generosa, con grandeza, en que supimos recuperar nuestra democracia. Porque normalmente el tránsito de gobiernos militares a gobiernos democráticos ocurre en medio de crisis políticas, caos, violencia social. Y aquí eso no fue así. Gracias a un acuerdo.


Fuente. Reportajes La Tercera (8 septiembre 2018)

Sebastián Piñera Echenique (1949-2024): “Hubo muchos que fueron cómplices pasivos: que sabían y no hicieron nada o no quisieron saber”

“El 11 de septiembre de 1973 coincidió con mi primer día de clases en Harvard y lo recuerdo como si fuera hoy. Llegué a clases y un profesor me dijo que había ocurrido un golpe en Chile. Volví a mi departamento de estudiante y vi por televisión cosas que no podía creer: aviones de la FACh bombardeando La Moneda, los tanques paseando por las calles, patrullas militares con ametralladoras recorriendo la ciudad. Pensé que mi país se había vuelto loco e intuí de inmediato que la recuperación de la democracia sería difícil, larga y exigente”, señala el Presidente.

Coincidencias del destino, 40 años más tarde le tocaría rememorar ese momento, pero ahora desde el interior de Palacio y como el primer Mandatario de la centroderecha en alcanzar la Presidencia desde el retorno de la democracia. Y su plan es recordarlo como “un momento histórico y muy importante para nuestro país”, a través de un “acto republicano y sobrio”, como él lo califica.

“Es malo olvidarlo, ignorarlo o pretender barrer bajo la alfombra todos los errores que se cometieron. Pero la cuestión es recordar para qué: para reincidir en los mismos errores que nos llevaron a la destrucción de la democracia o, por el contrario, para aprender de esos errores y no repetirlos más. Y eso está todavía por verse, porque veo que hay algunos que quieren seguir el primer camino y otros que queremos seguir el segundo camino”.

¿En el marco de esta conmemoración la derecha tiene que pedir perdón como hizo el senador Hernán Larraín?

El perdón es un tema personal. Si alguien tiene pecados, culpas, ya sea de acción u omisión, está arrepentido y siente que tiene que pedir perdón, que lo haga. Pero no creo lógico que empecemos unos a otros a exigirnos actos de perdón. El perdón es un acto libre e individual, que surge de la iniciativa y conciencia de cada uno y, por lo tanto, yo respeto a los que piden perdón y a los que sienten que no tienen necesidad de pedirlo. Pero sí es muy importante en este aniversario que entendamos que el quiebre de la democracia, el gran fracaso de una generación, no fue una muerte súbita, sino el desenlace predecible, aunque no inevitable, de una lenta y sistemática agonía de nuestra democracia, de nuestra convivencia, de los valores republicanos y del estado de derecho. Poco a poco todos fueron contribuyendo a debilitar la democracia y el estado de derecho…

¿Quiere decir que no fue culpa exclusiva de los militares, sino que hubo responsabilidades compartidas?

Definitivamente no es que los militares enloquecieron el 11 de septiembre y decidieron súbitamente tomarse La Moneda. Es evidente que el proceso se venía acumulando porque el gobierno de la Unidad Popular intentó establecer una sociedad inspirada en los valores del socialismo marxista que no representaba a la inmensa mayoría de los chilenos. Tras eso, la sensatez fue dejando lugar a las pasiones; el respeto, a la intolerancia; el diálogo, a la violencia; la amistad cívica, al odio de clases. Todo eso se fue acumulando desde la década del 60, llegó a su clímax en los 70 y culminó con el golpe de Estado. Algunos introdujeron la violencia como medio legítimo de lucha y despreciaron la democracia. Pero no significa que estas circunstancias históricas, previas al golpe de Estado, justifiquen en nada lo que ocurrió después y, particularmente, los graves, reiterados e inaceptables atropellos a los derechos humanos.

Por eso que algunos sectores piden un gesto por parte de quienes apoyaron el gobierno de Pinochet, incluyendo a la candidata presidencial del oficialismo.

Sin duda que el gobierno militar tuvo sombras muy profundas, como el atropello reiterado, permanente y sistemático de los derechos humanos por parte de agentes del Estado o la pérdida de libertad y la supresión de los derechos esenciales. Pero también hubo algunas luces, como el programa de modernización de nuestra sociedad, de nuestra economía e instituciones, la apertura al exterior, la incorporación de la economía social de mercado y las oportunidades para la iniciativa individual. Todo ello fue positivo y se anticipó a los tiempos. Pero si buscamos responsables de lo ocurrido durante el gobierno militar y, particularmente, de los atropellos a los derechos humanos y la dignidad de las personas, por supuesto que hay muchos. Por de pronto, las máximas autoridades del gobierno militar, que sabían o debían saber lo que estaba ocurriendo. Pero no solamente ellos. Hubo muchos que fueron cómplices pasivos: que sabían y no hicieron nada o no quisieron saber y tampoco hicieron nada. También hubo jueces que se dejaron someter y que negaron recursos de amparo que habrían permitido salvar tantas vidas. También periodistas, que titularon sabiendo que lo publicado no correspondía a la verdad.

¿Hay cómplices pasivos trabajando en su gobierno?

En este gobierno no hay ningún ministro ni ha habido ministro que haya sido ministro del gobierno militar.

Pero sí autoridades.

Sí, pero quiero decirlo con mucha claridad: el hecho de haber trabajado en el gobierno militar, de buena fe, con buena voluntad y el mejor interés por Chile, no constituye una descalificación ni prohibición para seguir ejerciendo cargos de servicio público. No creo que el día del juicio final queden a un lado los que fueron partidarios del gobierno militar y al otro lado, sus opositores. Pero sí creo que los que tenían las máximas responsabilidades del gobierno militar sabían o debían saber y, por lo tanto, debieron haber evitado lo que ocurrió en materia de derechos humanos y abusos.

¿No cree que un acto como el que organizan pone en problemas a su candidata?

Se trata de una conmemoración, de reconocer que el 11 de septiembre existió y que el país no puede ignorarlo. Y a este Mandatario le toca ser Presidente de todos los chilenos en momentos en que recordamos estos 40 años. Se trata de hacer un acto republicano, sobrio, donde el Presidente pueda hacer una reflexión lo más honesta, sincera y profunda sobre qué pasó y por qué. No con el propósito de reabrir las heridas y revivir odios y pasiones, sino todo lo contrario: aprender de lo que ahí pasó para nunca más repetir los mismos errores. Evidentemente, también haré una reflexión respecto de lo que pasó después del 11 y de los muchos errores que se cometieron. Desde ese punto de vista, vamos a invitar a las autoridades actuales y anteriores.

¿También a los candidatos?

Lo estamos pensando.

¿A la ex Presidenta Bachelet?

Posiblemente sí. Por mí, que vengan todos.

Haber votado por el No en el plebiscito del 88 es considerado por los analistas como uno de los elementos que ayudaron a su posicionamiento como candidato presidencial. ¿Considera un retroceso que ahora su sector sea representado por la hija de uno de los integrantes de la Junta de Gobierno y que apoyó el Sí?

No.

Pero no parece la mejor carta para conquistar el voto de centro.

En primer lugar, Evelyn Matthei es ella, con sus valores, sus principios y acciones, por las cuales tiene que asumir responsabilidad. No tiene por qué hacerse responsable de lo que hizo o no hizo su padre, tíos o abuelos. Pero es verdad, yo fui un tenaz opositor al gobierno de la Unidad Popular, porque pensaba que desde el punto de vista doctrinario atentaba contra valores esenciales, como la libertad y dignidad del ser humano. También fui opositor del gobierno militar desde el primer día, porque no me gustó la forma en que empezó. Para qué decir cuando empezamos a conocer los atropellos a los derechos humanos. Así que no es sólo que voté No en el 88. Voté No en el 78 y en el 80. Sin embargo, una cosa es recuperar la democracia, que era mi gran motivación, y otra muy distinta es qué quería para el futuro de mi país. Y por eso, cuando finalmente se recuperó la democracia, tomé el camino que todos conocen.

Que incluyó trabajar con quienes apoyaron el Sí.

Casi toda la centroderecha se inclinó en esa época por el Sí. Yo lo discutí mucho, porque sentía que era un profundo error. Extender el período militar por ocho años más era no entender que el país estaba preparado y necesitaba recuperar la democracia tanto como el aire que respiramos. Pero todos tenemos derecho a equivocarnos. No me importa que la gente cometa errores, lo que me preocupa es que después de tener más información y tiempo para razonar, insista en los mismos errores. Y estoy absolutamente convencido de que la inmensa mayoría de la centroderecha, si pudiese volver atrás, se la jugaría por recuperar la democracia por el camino más corto y directo posible que en ese momento era la opción No.

Entonces no debería haber ningún drama en reconocer el error.

Muchos lo han hecho.

Lo digo por la candidata.

No sé si Evelyn Matthei no lo ha dicho. Esta semana dijo algo distinto: que tenía 20 años en 1973 y no tenía de qué pedir perdón. La verdad, es un poco engañoso, porque no estamos hablando sólo de ese momento sino de todo lo que pasó después. Pero yo tengo la impresión, y se lo pueden preguntar a ella, que si pudiese, con toda la información de hoy, la inmensa mayoría de nuestro sector estaría con el camino del No.


Fuente. Reportajes La Tercera (30 agosto 2013)