Las ideas de Darwin en torno a la esclavitud

“No puedo evitar pensar que ellos (los africanos esclavizados) finalmente serán los gobernantes”. La frase fue escrita en Río de Janeiro por el naturalista británico Charles Darwin (1809-1882) en su diario, el 3 de julio de 1832.

No se materializó ni se convirtió en teoría, pero sirve para develar visiones poco conocidas del autor de “El origen de las especies”.

El británico que revolucionó la biología con su teoría de la evolución por selección natural fue un abolicionista acérrimo.

Era su “causa sagrada”, define James Moore, un historiador de la ciencia que profundizó en los puntos de vista de Darwin sobre la raza y la esclavitud y es el autor, con su colega Adrian Desmond, de “La Causa Sagrada de Darwin: Raza, Esclavitud y la Búsqueda de los Orígenes Humanos”.

Las anotaciones del naturalista sobre su viaje a Brasil -donde permaneció por cuatro meses durante su expedición de cinco años a bordo del Beagle– están llenas de horrorosas descripciones sobre la esclavitud.

En una de ellas, menciona el caso de una señora que vivía en una casa frente al lugar donde él se hospedaba en Río de Janeiro y que guardaba tornillos para torturar a sus esclavos domésticos, rompiéndoles los dedos.

En otra, que define como algo que lo marcó “más que cualquier historia de crueldad”, cuenta lo que le ocurrió cuando intentó comunicarse con un esclavo que lo acompañaba en un barco.

Mientras el científico gesticulaba efusivamente para tratar de hacerse entender, terminó por acercar su mano al rostro del hombre, quien, asustado, bajó los brazos: pensó que el naturalista quería golpearlo en la cara y bajó la guardia para que pudiera hacerlo.

“Nunca olvidaré mi sentimiento de sorpresa, disgusto y vergüenza al ver a un hombre grande y fuerte temeroso de defenderse de lo que pensó que era una bofetada. Ese hombre había sido entrenado para adaptarse a un nivel de degradación mayor que el de la esclavitud de cualquier animal indefenso”.

Parte de las ideas del científico venían de su casa. Los Darwin eran una familia rica llena de intelectuales liberales.

Su abuelo, Erasmus Darwin, fue uno de los fundadores de la Lunar Society, un grupo de pensadores que se reunía en las noches de luna llena, una vez al mes, en la ciudad inglesa de Birmingham.

“Era una familia de amantes del arte y, desde un punto de vista moral, adeptos a lo que los autores luego llamarían humanitarismo. Practicaban la compasión y no les gustaba la crueldad, por lo que nunca golpeaban a nadie que trabajara para ellos, de ahí la conmoción de Darwin frente a la esclavitud en Brasil”, dice Maria Elice de Brzezinski Prestes, profesora del departamento de Genética y Biología Evolutiva del Instituto de Biociencias (IB) de la Universidad de São Paulo (USP).

Al salir de Brasil, Darwin escribió: “Nunca volveré a un país con esclavitud”. La frase, que se haría famosa más tarde, está en el libro “El viaje del Beagle”, publicado en 1839, en las secciones finales de un tomo de más de 500 páginas.

Las líneas que abren esta nota, sin embargo, se encuentran entre las muchas que escribió en su diario pero que decidió dejar fuera de los libros.

En las últimas décadas, estas páginas, ahora accesibles para investigadores y el público en general, han sido mejor exploradas.

El 3 de julio de 1832, cuando Darwin dijo que creía que los esclavos algún día gobernarían Brasil, escribió:

“El estado de la enorme población esclava debería despertar el interés de cualquiera que ingrese a Brasil. Al caminar por las calles, es curioso observar la variedad de ‘tribus’ que se pueden identificar por los diferentes adornos marcados en la piel y por las diversas expresiones. Los esclavos están obligados a comunicarse entre sí en portugués y, en consecuencia, no están unidos”.

“No puedo evitar pensar que en última instancia serán los gobernantes. Asumo esto porque son numerosos, por su excelente atletismo (especialmente en contraste con los brasileños), notando que están de buen humor, y porque veo claramente que su capacidad intelectual ha sido muy subestimada. Son la mano de obra eficiente en todo el comercio necesario. Si los negros liberados crecieran en número (como debe ocurrir), el tiempo de la liberación total no estaría muy lejos”.

La provocativa observación sobre su tamaño físico no es el único comentario que Darwin le dedica al grupo que califica de “brasileños” en sus notas del 3 de julio:

“Los brasileños, por lo que puedo evaluar, poseen una pequeña porción de las cualidades que dan dignidad a la humanidad. Ignorantes, cobardes, indolentes en extremo; hospitalarios y amables mientras no les cause problemas; temperamentales y vengativos, pero no pendencieros. Satisfechos consigo mismos y con sus costumbres, responden a todas las observaciones con la pregunta: ‘¿Por qué no podemos hacer lo que hicieron nuestros abuelos antes que nosotros?'”.

“Su apariencia misma refleja poca elevación de carácter. Tipos bajos que pronto se vuelven corpulentos; el rostro tiene poca expresión, parece estar hundido entre los hombros. Los monjes difieren para peor en este último aspecto; se necesita poca fisonomía para ver claramente estampada la perseverancia astuta, voluptuosidad y orgullo.”

Juntos, los párrafos ilustran la complejidad del pensamiento de Darwin y un lado “incómodo” de sus ideas, algo que los historiadores evitaron discutir durante mucho tiempo, dice Prestes.

“Lo que dijo Darwin sobre la raza quedó, pues, como olvidado [en las discusiones sobre su obra]. Fue una postura historiográfica durante mucho tiempo, prácticamente hasta el siglo XXI”, dice, y agrega que esta faceta del naturalista ha sido más debatido en las últimas dos décadas.